#Unlibroèunlibro
La campaña se ha orquestado a través de la web www.unlibroeunlibro.org, donde se han puesto en práctica acciones divertidas y llamativas, como las fotos de personajes de la cultura bajando el pulgar contra “la discriminación del ebook”. También ha tenido un gran protagonismo el ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini, quien, lejos de ser visto como un antagonista por el mundo cultural, ha sido su primer aliado en esta acción. Franceschini, un ministro singular que no usa corbata ni para firmar un decreto y ha escrito cuatro novelas, había sido opositor a Berlusconi y hoy demuestra que una gran responsabilidad no está reñida con un estilo moderno y desenfadado, el cual incluye una constante actividad en Twitter (utiliza el alias @dariofrance) y Facebook, plataformas que han contribuido a aumentar su popularidad. En la red de los 140 caracteres, donde cuenta con 168.000 seguidores, él mismo ha ido utilizando de forma sistemática el eslogan #unlibroèunlibro mientras informaba de los diferentes pasos que daba como uno de los defensores principales de la idea. Así, el 20 de noviembre escribía telegráfica pero emotivamente: “¡Ahora aprobada en comité la enmienda sobre el IVA del eBook al 4%! ¡Una opción correcta y valiente del Gobierno y el Parlamento!”. Cinco días después daba cuenta del “gran paso de los Ministros de Cultura de la UE sobre el ebook. Reconocida la necesidad de superar las diversas condiciones aplicadas”.
Pero pocos países europeos están todavía en la onda de favorecer la difusión de los ebooks. Junto a Italia, el único de los cinco grandes Estados (en términos de población) que aplica un IVA de un solo dígito es Francia, que fue el primero en inaugurar esta tendencia para favorecer el consumo de cultura en los nuevos formatos, al dejar la tasa en el 5,50%, en una celebrada medida. El pequeño Luxemburgo es el que aplica una tasa más baja, del 3%, factor que ayudó a las grandes librerías electrónicas en su idilio fiscal con el Principado, aunque eso ha cambiado a peor para ellas también desde el 1 de enero, porque la UE les obliga desde ese día a calcular el IVA según el país de residencia del comprador (antes lo hacían según el país del vendedor). Esta última medida, de hecho, va a causar o una disminución de los ingresos de los editores (y autores) o un aumento del precio de venta de los ebooks.
Un paliativo sería, en el caso de España, plantearse seguir la senda establecida por Italia y Francia. En este momento, nuestro país mantiene una de las tasas de IVA más altas de Europa para el libro electrónico, el 21%. Sin duda, es la mayor de todos los grandes países de la UE (la de Alemania se sitúa en el 19% y la de Gran Bretaña, en el 20%). Quizá la solución pase porque en nuestras redes alguien proclame que #unlibroesunlibro.